Más efectivo...

...que ir al médico.



Ir al médico... tan solo pensarlo puede no resultar muy agradable, queremos sanar, pero no siempre quisiéramos que sea a costo de una aguja, un montón de análisis con máquinas extrañas, un largo tratamiento o incluso algún corte, o hasta tener que quedar hospitalizados por un  tiempo. Y eso no es lo peor, ¿si el tratamiento no llegara a resultar? Decisión complicada, mucho en juego ¿verdad?

     Y si, aunque nos cueste aceptarlo, esta es la realidad de nuestro mundo no hay doctor que te pueda garantizar al 100% que su diagnóstico y tratamiento serán correctos y efectivos.

     Lo malo de todo esto es que muchas veces pensamos que también esta realidad se aplica a Dios, pues oramos exponiendo algún problema y muchas veces no salimos muy satisfechos con los "resultados" y olvidamos las palabras de Jesús:

"Pedid y se os dará; buscad y hallareis; llamad y se os abrirá, porque todo aquel que pide recibe; y el que busca halla; y al que llama se le abrirá.
¿Qué hombre hay de vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado le dará una serpiente?
Pues si vosotros siendo malos, sabeis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?"
Mateo 7: 7 al 11

     ¿Por qué nos cuesta tanto creer esto? Bueno, entre otras cosas porque vivinos en la época del instantáneo y queremos que todo se solucione rápidamente y a nuestra manera. Somos un poco como aquel paciente que acude a la consulta y va con el nombre del medicamento que debe tomar en la mano esperando que el doctor lo escriba en el recetario y selle y firme la receta.

     Con Dios no funciona así, él es quien debe diagnosticar, dar el tratamiento y definir el tiempo que será necesario para conseguir la curación. Lo bueno de todo esto es que se interesa de forma real en nosotros y  que el resultado está garantizado mucho más allá de nuestras espextativas.

     Hoy te invito a hacer una oración diferente, ve allí solo donde puedas conversar tranquilo y exponle tu problema a Dios, pero no intentes decirle como solucionarlo ni en cuanto tiempo, pide al contrario que él te haga ver cual es su diagnóstico y su tratamiento y por sobre todo, que te ayude a aceptarlo con alegría y con la certeza de que el resultado será aún mejor de lo que tú esperabas...



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